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“Fue entonces cuando la humanidad tomó conciencia de que los recursos naturales eran finitos” – Alex Richter-Boix
Hace muchos años, pero no tantos, allá por 1600 se pensaba que los seres humanos éramos incapaces de provocar la extinción de una especie. Según los naturalistas de entonces solo una gran catástrofe ambiental, como un meteorito, podría acabar con especies de un ecosistema.
En la vastedad del océano Índico, en isla Mauricio, habitaban los dodos. Los dodos, aves no voladoras, se convirtieron en un ícono de las extinciones debido a que es la primera especie (de la que se tiene constancia) que desapareció por la influencia humana. Su historia no solo revela cómo perecieron los dodos, sino también cómo esta especie se ha convertido en un recordatorio crítico de cómo los humanos pueden influir en la extinción de otras especies.
Los dodos eran aves de gran tamaño, parecidas a un pavo. Eran torpes, no tenían depredadores naturales, y no tenían experiencia lidiando con los “nuevos colonizadores”. Cuando los navegantes europeos llegaron a las costas de isla Mauricio, trayendo cerdos, ratas, y otros; los dodos vieron alterado completamente su ecosistema. Las ratas devoraban sus huevos y los humanos cazaban estas inmensas aves para alimentarse, aunque por lo visto su carne no era ningún manjar, pero era muy fácil de conseguir.
A mediados del siglo XVII, los dodos habían desaparecido por completo. Fueron una de las primeras especies en extinguirse como resultado directo de la actividad humana. Su extinción se volvió emblemática de cómo los seres humanos podían alterar drásticamente los ecosistemas y llevar a la desaparición de otras formas de vida.
Durante mucho tiempo, se creía que los humanos eran incapaces de causar extinciones, y la desaparición de los dodos desafió esta creencia arraigada. Además, a medida que pasaron los siglos, se acumularon más pruebas de que las actividades humanas estaban impulsando la extinción de especies en todo el mundo.
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Otro ejemplo notable es el de la vaca marina de Steller (Hydrodamalis gigas), una especie de mamífero marino que habitaba en las aguas del Pacífico Norte. Esta especie de 4 toneladas y casi 10 metros de largo no solo se extinguió porque no identificaba a los humanos como depredadores. Las nutrias marinas del mismo ecosistema también estaban siendo cazadas a cientos. Con un nivel tan bajo de nutrias los erizos de mar proliferaron por todas partes, y éstos devoraban así toneladas y toneladas de algas: el principal alimento de las vacas marinas. Desde su descubrimiento solo pasaron 27 años hasta extinguirse. en 1768. La vaca marina de Steller se convirtió en otro recordatorio triste de la capacidad destructiva de los humanos.
Hoy en día, los dodos y las vacas marinas son recordados como símbolos de lo que puede suceder cuando los humanos no toman medidas para proteger la vida silvestre y su entorno. Su legado triste ha inspirado a generaciones a luchar por la conservación de la biodiversidad y a reconocer nuestra responsabilidad en la preservación de todas las formas de vida en la Tierra.
En resumen, la historia de los dodos y otras especies extintas nos recuerda que los humanos sí somos capaces de influir en la extinción de especies. A través de la sobreexplotación, la degradación del hábitat y la introducción de especies invasoras, hemos alterado drásticamente el equilibrio de los ecosistemas y llevado a la extinción de numerosas formas de vida. Sin embargo, esta triste lección también nos impulsa a ser más conscientes de nuestro impacto en la naturaleza y a tomar medidas para proteger la diversidad biológica que aún queda en nuestro planeta.
En el libro Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll elige al dodo para representar las clases políticas y sus disparates, tal vez sea un guiño para hacernos llegar un mensaje sobre cómo y quién debe tomar decisiones sobre el medio ambiente.
El último dodo fue visto en 1662. Ahora, según National Geographic, la empresa Colossal Biosciences habla de resucitar esta especie extinta desde hace 350 años.
¿Estamos jugando otra vez a ser dioses o estamos devolviendo a la naturaleza lo que le hemos quitado?
Aunque es natural que algunas especies se vayan extinguiendo no podemos negar que nosotros estamos siendo los causantes de miles de extinciones. Nuestro impacto sobre los ecosistemas es tan acelerado que no damos tiempo a las especies a adaptarse.