El tiempo vuela. Ya casi está aquí el 2024 y parece que aún celebrábamos ayer el inicio del 2023. Nos encontramos a apenas 6 años del 2030, un horizonte temporal que servirá de termómetro de la efectividad de las políticas climáticas y objetivos a los que 190 países nos suscribimos hace ya 8 años en Paris. En estos momentos se está celebrando en Dubái la ya famosa conferencia anual sobre el clima, que este año cumple su 28 edición y tenemos aún muchos deberes pendientes. Si no nos ponemos las pilas, nos puede pasar como en el colegio cuando llegaba el examen final y nos pillaba sin la preparación suficiente. Nos adentramos en la etapa clave, en la que ya no hay excusas ni margen y toca hincar los codos y hacer todo lo que hemos procrastinado hasta ahora.
Uno de los debates centrales sobre los que se está centrando la conferencia, es la necesidad de eliminar progresiva- y definitivamente los combustibles fósiles. Una coalición de más de 100 países, incluida la UE, están presionando a favor de esta medida con la emisión de una histórica declaración conjunta. Quien sabe de geopolítica, sabe que no es casualidad que esta COP-28 se esté celebrando en los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y esté presidida por el Sultán al Jaber, consejero delegado de la empresa estatal-petrolera ADNOC y un miembro permanente de la OPEC.
Sin duda, la posición de este país y sus dirigentes es delicada. Para muchos, existe un conflicto claro de intereses que puede parapetar toda la acción climática. Para otros, que sea EAU quién lidere este proceso es precisamente lo que se busca, ya que se encuentran en una posición clave para generar cambios cruciales en todo el sector petróleo, sin el cual se hace muy complicado alcanzar el cambio.
La figura del sultán ha sido muy escrutinada, ya que se encuentra en una situación única para generar un cambio importante, pero con el condicionante de que una gran parte de los ingresos del país vienen dados por la venta de petróleo. En una entrevista hace apenas 10 días (abajo), insistió en que no existe una vía realista para la eliminación de estos combustibles fósiles a corto plazo para 2030, compatible con el desarrollo socioeconómico de países que no estén ya desarrollados. Unos pocos días después, se ha retractado (también abajo), diciendo que la eliminación de los combustibles fósiles es inevitable y necesaria.
Otras voces que también han resonado con fuerza son las de Antonio Guterres, director general de las NNUU o las de los alcaldes de las principales 40 ciudades del mundo (entre las que se encuentran Madrid y Barcelona por cierto), que si reclaman que la ciencia es clara al respecto de la urgencia de la acción y que marca una vía posible para el cese inmediato de la quema de todo tipo de combustibles fósiles.
La realidad es, como podemos ver en el gráfico debajo, que la tendencia de inversión en combustibles fósiles sigue al alza tras la caída derivada de la Covid-19, lo cual es muy preocupante. La pregunta clave es si las personas que están a cargo de estas decisiones tienen suficientemente presente la urgencia de no actuar o si pesa más la resistencia a no perder la cota de mercado (y los consiguientes ingresos) que la industria petrolera ha dominado hasta ahora.
Por desgracia, los primeros que ya están notando los efectos del cambio climático son los más pobres del planeta, que no son precisamente los sultanes de EAU. Aun así, es muy positivo e importante que todos los actores participen en el cambio. De hecho, ya el primer día de la conferencia se ha logrado acordar el lanzamiento del fondo climático de daños y pérdidas para países vulnerables, lo cual es un buen paso adelante.
No obstante, hemos de continuar siendo exigentes como sociedad para demandar cambios que necesitamos para poder garantizar al máximo la sostenibilidad del planeta y la vida próspera de las generaciones futuras. Sin duda, cuando hablamos de términos planetarios, con 8.000 millones de personas requiriendo energía, es difícil llegar a un consenso sobre lo que deberíamos hacer. Si además le sumas que el suministro de esa energía genera muchísimo dinero, el tema se complejiza.
Es evidente que aún quedan muchas conciencias por cambiar y probablemente muchas soluciones que poner en marcha que generen la confianza suficiente en que podremos acelerar los cambios y la inversión adecuada para las alternativas energéticas libres de emisiones. Para llegar ahí hay muchos caminos y es importante escuchar todas las voces para poder formarse una opinión realista. Estaremos por ello muy atentos a la evolución de los debates y de los acuerdos a los que se lleguen, para seguir impulsando los cambios necesarios lo más rápido posible.